martes, 8 de julio de 2014

ÚLTIMOS DÍAS EN PANAMÁ Y ... A PAMPLONA

NOVENA  ETAPA: ÚLTIMOS DÍAS EN PANAMÁ  Y… VUELTA A CASA

(Crónica del 27 de agosto de 2014)
Esta ya es mi última crónica del viaje. Como os estaba diciendo, estamos a jueves 21 y os escribo desde el Moll de Albrook. Estos días, yo los denomino, los días de la basura, pues no sirven para nada. Estás preocupado de que no te pase nada, no te pongas enfermo, y este año en mi caso añadido de que no les pase a mis hijos, la preocupación se multiplica por tres.
 Por primera vez desde que estoy en Panamá hubo una pequeña incidencia en el flamante METRO y estuvimos parados en la vía, algo así como un cuarto de hora. Nadie protestó. Como José Carlos el onubense, había venido desde El Valle de Antón a la capital para tratar de arreglar el turbo del coche, que también se le había estropeado, quedamos y nos fuimos a comer al lugar clásico de siempre: al Benidorm2 y pedimos también lo clásico de siempre: corvina al ajillo y un par de Balboasa.
 La ciudad y la estancia de 4 días seguidos aquí me pesa. Ya quiero irme, aunque tampoco tengo una gran ilusión como tenía antes por volver a casa. El sentirse "solo", es jodido. Antes en los viajes, si quedaba con alguna chica para hablar o tomar una cerveza, si no acudía a la cita, no le daba mayor importancia, si acudía bien. Ahora es diferente, hoy dí 21 había quedado, además tenía necesidad de hablar y expresar mis sentimientos, como la persona con quien he quedado, no ha podido aparecer por motivos de trabajo, me hundo un rato. Por eso quiero irme y no formar castillos en el aire. La tarde sigue lluviosa, lo cual no anima mucho. Bueno, siempre me queda el recurso de La Staberna de la Sonrisa de J.R. Hoy cuando llegué, me ofrecieron silla y me esperaban. Me siento cómodo en este lugar.
En casa, mis hijos ya habían hecho la maleta y la familia estaba triste, porque nuestra partida era inmediata. El viernes 22, fue prácticamente, mi último día en Panamá. Fui a Iberia a aclarar lo de los billetes, y me metió un rollo, con la salida de los hijos, que en teoría como que casi no podían salir conmigo. En casa lo leí más  tranquilo y todo lo que me contó como si fuera una prevención, resultó que se refería a residentes en Panamá, fueran panameños o extranjeros residentes. Yo creo que quien no se habían leído su propio papel eran ellos.
Me vine al mercado del marisco a comer ceviche y bueno, casi me enrollo con la camarera porque al decirme ella sí mi amor, yo le respondí, sí mi señora. Ella dijo que nunca le habían dicho un piropo o una frase tan bonita, y casi quedamos. Como decía mi madre, al casi le falta el todo. O sea, nada, de nada. Me fui al casco viejo, que está precioso, y mientras me tomaba una caipiriña, me llamó Yomaira. Total, que muy encantado con la conversación, pero luego todo quedó en agua de borrajas y me deprimí un poco, porque le había echado mucha ilusión a estar los últimos días en Panamá con ella. Ya veremos como acaba la historia. Solo os cuento que alquilé una habitación con dos camas en el Acapulco y que pude dormir en una y en otra solo.
Al día siguiente, cuando ya me iba, fue sorprendente, la gran bronca que había tenido, se fue disipando. Mientras salía del hotel Acapulco para ir a casa el último día, y además un tanto" traumado", me ocurrió una cosa curiosa y que en parte, me hizo reír y quitar el mal humor. En esa zona, hay muchos hoteles de 24 horas, o de alquiler de cuartos por horas, para parejas. Bueno, pues bien, en la calle había un señor "mayor", que había estado con una negrita impresionante, y a la que no le subía la parte superior del vestido, mientras que con las manos se sujetaba la parte delantera del vestido, mientras el otro afanosamente trataba de arreglarle el desaguisado, intentado subir la cremallera algo más arriba de la cinta del sujetador, que visiblemente mostraba por la espalda. Yo estaba viendo toda esta jugada y los apuros de ambos, sobretodo del señor, un poco chapuzas, y de la chica, por la situación un tanto cómica en la calle. En eso que se le caen a la chica las gafas y claro, ni ella se podía agachar a cogerlas, ni el señor a soltar la cremallera. Yo me reía para mis adentros y gentilmente yo fui el que se agachó, recogió las gafas y se las dio a la señorita mientras púdicamente con sus manos evitaba que se le cayera la parte de arriba del vestido. Fue una situación graciosa, y la chica también lo vio, así que me dio las gracias con una sonrisa cómplice por el favor, mientras yo me alejaba camino del metro. Desde la lontananza, pude ver como el tipo, no fue capaz de arreglar la cremallera, y los dos desaparecieron por una calle transversa, no sin antes, esbozar yo una sonrisa que me hacía falta.
 Desgraciadamente, cuando llegué a casa, Ekaitz estaba enfermo y..., nos íbamos esa misma tarde. Tenía fiebre y dolor de cabeza. Mi suegra le había dado un medicamento, pero yo por si acaso lo llevé al médico. La consulta estuvo muy bien, es privada, pero solo me cobraron 10 dólares por la visita, y luego otros 10 por una analítica de sangre, cuyos resultados llegaron al cuarto de hora. Con todos estos datos y al ver que estaba bien para viajar, subimos a casa más relajados.
 Luego bajé a mi taberna cuyo nombre es algo así como "las risas de JR", y me despedí del personal, no sin tomarme antes dos cervezas Balboa, que serían las últimas de este viaje. Ya les dije que según las circunstancias, volvería en el 2015 o no. La vida, no la llevas tú, es ella la que te lleva.
Luego al aeropuerto. Y yo quería ir pronto, pero el hombre dispone y las circunstancias son las que proponen. Había un "tranque  de cuidado, y llegamos solamente con dos horas de anticipo. No hubo ningún problema al pasar los pasaportes, pese a los augurios de la de iberia. No había los asientos que nos hubiera gustado tener, pero nos dieron una fila de cuatro para nosotros tres solamente y con respaldo en la pared, sin molestar a nadie en caso de echar los asientos hacia atrás. También tengo que decir en favor de mi familia panameña, que a despedirnos vinieron 12 familiares, y que conste, que no era por mí, que soy un poco el agregado o añadido, sino por mis hijos. Fue un detalle de cariño, además la suegra ya me dijo que su casa, mientras estuviera en pie, era la casa de mis hijos. Yo está claro que me tendría que buscar la vida entre el Acapulco y la sonrisa de JR. El viaje estuvo muy bien, yo siguiendo la trayectoria del avión en la pantallita del asiento de en frente y mis hijos viendo películas. Echaban ocho apellidos vascos, y tres bodas de más, entre otras. Como tengo una hija, Enara, que es un public releitions y me supera, después de cenar fue capaz de enrollarse con el sobrecargo y traerme paulatinamente dos cervezas y dos botellitas de un buen vino. En dos meses no había probado ni gota. Algo que le agradecí a Enara. Mientras tanto Ekaitz participó en un concurso de dibujo, y según el sobrecargo estaba fantástico lo que hizo. Yo le fui a decir, que mis euros me costaba la academia de dibujo en Pamplona, pero prudente por primera vez, me callé. Ekaitz se creyó todo eso de que estaba muy bien y que iba a ganar y me dijo que me iba a ofrecer un viaje a Nueva York, que creo que era el premio al ganador. Solo el ofrecimiento, con la candidez que lo hizo, fue mi premio.
A las diez aterrizábamos en el Adolfo Suárez, esto lo pongo con coña, es el antiguo Barajas. No salimos del aeropuerto y a las tres de la tarde, cogimos el vuelo para Pamplona. Todo bien. Esta vez nos estaban esperando la mejor amiga de Maricruz, Mavi, y mi primo Toño. Las entrada a casa fue más dura. Era la primera vez en mi vida que volvía y no había nadie en caso. El vacío de Maricruz se me hizo muy grande, y los sentimientos de tristeza que no tuve cuando el deceso, los tuve ahora al estar solo con mis hijos y con las maletas sin saber que hacer o no creyéndome la situación en la que me encontraba. Al día siguiente ya estaba mejor y pensando en el viaje del 2015.
Agur a todos. Daniel


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