(Crónica el 5 de agosto de
2014)
El día 1 de agosto dejé el hotel de
"Psicosis", y con mis amigos nos fuimos a desayunar. En la
el viaje que hice en el autoferro hasta San Lorenzo, y desde allí a
Esmeraldas, para luego ir a Atacames. Vaya, una paliza y todo por un
sentimiento nostálgico de cuando estuve aquí en el 92.
primera cafetería que entramos, el dueño nos empezó a explicar los desayunos que tenía, empezó a hablar y le corté, le dije: tú eres de Madrid, y efectivamente lo era, llevaba 4 años en Ibarra y no tenía intención de volver. Luego, fui a la estación de buses pensando que habría bus directo a Atacames, pero no lo había. Ahora tengo que hacer
primera cafetería que entramos, el dueño nos empezó a explicar los desayunos que tenía, empezó a hablar y le corté, le dije: tú eres de Madrid, y efectivamente lo era, llevaba 4 años en Ibarra y no tenía intención de volver. Luego, fui a la estación de buses pensando que habría bus directo a Atacames, pero no lo había. Ahora tengo que hacer
Los
vendedores empiezan a subir al bus, y como sigan subiendo más, me arruinan,
pues "pico" con casi todos. Debe de ser el síndrome de alumno
cuando van de excursión y el bus para en una tienda cualquiera aunque
sea una ferretería, que los alumnos compran alicates o destornilladores.
Yo igual, primero compré un vaso de frutas, luego un pendrive y no compré
el gin-gang, porque no tenía con quien comprobar los efectos.
Conforme avanzaba el bus, iba recordando
algunos lugares. Especialmente un pequeño pueblo perdido, que parecía del
oeste, donde paró el autoferro y D. Angel Huarte y yo, nos encontramos
con la escena de un viejo negro borracho tocando una guitarra en una
estancia vacía, con un sentimiento que se nos quedó grabado en la memoria. El
trayecto es bonito, al principio se ven grandes plantaciones de caña de
azúcar. Vi cómo se trabajaba para recogerla, primero quemando el suelo y
allí entre cenizas vas cortando caña. Mejor sigo algún año más de profe.
No llegué a San Lorenzo por indicación
del ayudante del chofer que me paró en un cruce anterior, creo que se
llamaba Calderón, para ir a Esmeraldas. Había recorrido 156 Km y aún me
quedaban 160 Km .
También me planteaba, ¿qué hago yo aquí?, como Bruce Chatuin, con mi
mochila y contemplando a una negrita que llevaba un pollo en las manos y
también esperaba el mismo bus que yo. Finalmente llegó el bus, me senté
adelante, con un tipo con sombrero que enseguida empezó a largar. Total,
que me propuso a su hermana de cuarenta y pocos años como novia, que era
guapa y...lo dejamos para otra ocasión, pero ya le iba a llamar por el
móvil. Antes de bajarse, me dio un consejo: Jesucristo va a venir y hay
que prepararse porque juzgará a vivos y muertos. Me dio la mano y se
fue.
El viaje en bus, es una aventura,
no es que lleve al lugar, sino lo que vas viviendo dentro. Llegué a
Esmeraldas, y todo había cambiado. Ahora era un pueblo "rico",
pujante, con buenas calles y carreteras. Creo que por esta zona hay
bastante petróleo. No era para nada la Esmeraldas que conocí. El bus que
tenía que coger, era de lujo, mientras que la vez anterior era con asientos
de madera y como una furgoneta descapotada. Llegar a Atacames y me sentí
perdido. No era para nada el pueblito que yo conocí. Era un poco el
Benidorm de los pescadores (el que yo conocí), y el Benidorm actual (el
que me encontré). Como era 1 de agosto comenzaban para muchos las vacaciones
y además era viernes. Parecía sanfermines, y la calle principal un paseo
por las barracas. Era de locura. Todos los hoteles estaban completos, más
vale que tras mucho patear encontré uno en la misma estación de
autobuses.
Pateé la calle, y una chica de
color se me acercó diciéndome si quería conocer la oferta de Royal
Cameron. Tenía que cumplir tres condiciones, estar casado, tener visa y
ganar 1000 dólares al mes por lo menos. Al cumplirlo, me dieron
una tarjeta para que apareciera al día siguiente y un autobús me llevaría
junto con otras personas "seleccionadas", a conocer este lujo
bajo una formula que se llama "pasadía". Voy, paso el día y
vuelvo. A la mañana siguiente después de desayunar, fui a donde tenía
que recogerme el autobús, pero ya vi que algo iba mal en mi cuerpo. Tuve
que ir al baño y diarrea. Pensé que se me pasaría, monté en el bus para
hacer 60 Km
que eran los que había hasta el lujoso resort. Horrible, creía que me
moría del dolor de tripa tan intenso que tenía. Llegué mal al Cameron
Royal y en vez de seguir al grupo, fui al baño y casi me voy por la taza
en forma de
aguachirri. Creí que ya estaba bien, pero la tripa me seguía doliendo cantidad. Fui a la enfermería pero la enfermera se había ido a almorzar. Mientras esperaba, entre unas flores, eché hasta la última papilla. Las flores o se han muerto o se han vuelto gigantescas. Llegó la enfermera, Marìa Casin, me hizo tumbarme en la camilla y me metió una inyección de buscapina en la vena. A la vez me tranquilizaba y me masajeaba (sería parte del tratamiento). El caso es que el dolor se me quitó, pero lo que yo ya no quería era bajar de la camilla, pues estaba formidable con la enfermera mimándome como a un niño. Era encantadora, tenía 6 hijos, madre soltera y 43 años. No le propuse nada del séptimo. Cuando ya consideró adecuado me llevó al bar y me hizo tomar infusión de anís, y que luego pasara por la enfermería que me daría buscapina en cápsulas. Ya me encontraba mucho mejor, pues el dolor se me había pasado, pero no la diarrea. Antes de regresar a Atacames me dio las pastillas y..., hasta otra. Me perdí todo lo de la visita y el recorrido por el Cameron pero, estuve en la camilla contemplando a María que me curó.
aguachirri. Creí que ya estaba bien, pero la tripa me seguía doliendo cantidad. Fui a la enfermería pero la enfermera se había ido a almorzar. Mientras esperaba, entre unas flores, eché hasta la última papilla. Las flores o se han muerto o se han vuelto gigantescas. Llegó la enfermera, Marìa Casin, me hizo tumbarme en la camilla y me metió una inyección de buscapina en la vena. A la vez me tranquilizaba y me masajeaba (sería parte del tratamiento). El caso es que el dolor se me quitó, pero lo que yo ya no quería era bajar de la camilla, pues estaba formidable con la enfermera mimándome como a un niño. Era encantadora, tenía 6 hijos, madre soltera y 43 años. No le propuse nada del séptimo. Cuando ya consideró adecuado me llevó al bar y me hizo tomar infusión de anís, y que luego pasara por la enfermería que me daría buscapina en cápsulas. Ya me encontraba mucho mejor, pues el dolor se me había pasado, pero no la diarrea. Antes de regresar a Atacames me dio las pastillas y..., hasta otra. Me perdí todo lo de la visita y el recorrido por el Cameron pero, estuve en la camilla contemplando a María que me curó.
Por la noche al llegar a Atacames tomé
solo jugo de melón, pero al pasar por los chiringuitos y ver la ofertas
de por 5 dòlares, 3 cairinas, no puede resistir la tentación y..., me
tomé una, sabiendo que luego la iba a "tirar", como así fue. El
domingo por la mañana me levanté sin dolor pero "chungo", fui
a una farmacia y compré suero antidiarreico, antibiótico para la
infección y unas pastillas para reconstituir la flora bacteriana. Con el
tiempo, santo remedio, me fui hasta Quito donde me esperaban mis amigos
y hasta cené pollo al limón, cerveza y café. Aquí ando ahora, pateando Quito,
pero eso ya será para otra crónica. Quedaros con el cuento de la
enfermera y como me curé.
Agur. Daniel
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