El lunes 2, nos levantamos rápido para cambia dinero y emprender viaje hacia las tierras cálidas. Sorpresa, todo estaba cerrado. Habían trasladado la fiesta de San Pedro a este lunes ( para que luego hablen de nosotros) y estaba todo cerrado. De todas las maneras pudimos sacar dinero en un cajero del Banco de Santander y con un taxi os fuimos a la terminal de buses. La terminal perfecta, separada por regiones y fácil de situarse. Cuando fuimos a comprar billete para ir a Neiva, en una compañía nos pedían 40.000 pesos y entra 26.000. la elección fue clara y nos fuimos con la barata que correspondía al expreso bolivariano, que por cierto tenía muy buen autobús y el viaje fue muy correcto. Es curioso esto, según la época hay unas tarifas u otras, y también varían según las compañías.
El caso es que abandonamos la sabana de Bogotá y sus 2,600 metro y al poco de salir, ya estábamos bajando siguiendo el curso del río Tequendama, hasta los 600m. El famoso salto del Tequendama, fue una decepción, pues apenas si había agua. La bajada si fue interesante,las tierras son muy fértilesy se producen gran cantidad de flores,era casi todo el trayecto viveros de orquídeas entre otros. Como era feriado, en todos los pueblecitos, estaban llenas las terrazas de los bares y todo el mudo bebiendo cerveza Poker.En el último tramo del viaje, plantaciones de arroz.
A eso de las seis y media de la tarde, llegábamos a Neiva la capital del departamento de Huila. Llevábamos la dirección de un hostal con parqueadero que se encontraba a dos cuadras de la terminal: El Castillo. Bueno, a los que preguntamos por esta dirección, nos aconsejaron que no fuéramos que nos iban a atracar por el camino. La realidad es que estábamos al lado y un poco temerosos y mirando para todos los lados nos encaminamos y fuimos. No pasó nada. Después fuimos a cenar al pueblo, en plan chulo: mojarra frita, yo y chuletón Juan. Regado con unas cervezas y unos tintos (café negro). La broma nos salió por 40.000 pesos a cada uno, algo así como 20 euros, tanto como el viaje en bus y el hostal junto. Esto un poco para que os hagáis idea de como está la vida por aquí.
Al día siguiente antes de coger la camioneta para irnos a Villavieja, enfrente de nuestro terrorífico hostal, nos comimos para desayunar los mejores huevos pericos comidos hasta la fecha.
Ahora nos encontramos en Villavieja, un pueblito de unos 7.000 habitantes al lado del río Magdalena y a unos pocos kilómetros del desierto de la Tatacoa, el mas grande cementerio paleontológico del país.
Yo aquí me encuentro muy bien, solo una pega a las 11 de la mañana estamos a 38 grados, en el desierto aún mas.
Pero, unas cervezas en la plaza, una comida corriente "menú ejecutivo", lo llaman de cachondeo la gente, unos jugos de murucuyá, lulo, o de tomate de árbol, hace que la vida aquí sea sencilla y agradable.
Al mediodía llega la canícula que decía García Márquez y por las calles no quedan ni los perros.Estaremos casi a 40 grados.Solución, tumbarte en la cama darle al ventilador y ducha, que en nuestra posada, no iba, Estamos hospedados en Casa Rocío que es la continuación de su ferretería y es una mujer muy agradable. Tenemos una habitación muy espaciosa, y tratamos de solucionar el problema del agua de la ducha llamando a su marido. Vio el tanque del agua y dijo que era problema de la presión y que además el flotador del tanque estaba dañado. El caso es que fue a la ferretería, trajo una vara y con tres toques hizo que fluyera el agua. Desde entonces le llamamos Aaron porque creíamos que este personaje bíblico fue el que golpeó con una vara una roca y surgió agua. 
Ahora al atardecer, escribir un rato en la plaza viendo a todos estos vaqueros con sombreros y lazos, tomar unas cervezas Poker, escuchar música tipo rancheras aquí, disfrutar de la calle...
La vida es así de sencilla. Comencé a leer a García Márquez, Vivir para contarla y así me voy enterando de la vida colombiana de las últimas décadas desde el punto de vista de Gabo.
Me las prometía muy felices para pasar el miércoles día 4 entre lectura y jugos, pero...., a eso de las cuatro de la mañana me levante para ir albaño¿la edad?   o?la próstata?y sentí que me mojaba la cabeza. Pensé que me habría dejado la ducha abierta, cuando descubrí que el agua caía del techo y que se iba deslizando por las paredes. Era la del tanque. ¡ Aarón se pasó con la vara!. Rápidamente desperté a Juan y a Aarón y a su esposa Rocio y entre todos a poner nuestras pertenencias en alto y sacar el agua a la calle a escobazos a eso de las cuatro y media. La señora nos dio otra habitación y mientras Juan tiraba de escoba, yo trasladaba trastos. Me resbalé como si estuviera en una pista de espuma con el agua que salía a la calle y pensé:¡ que manera mas tonta de pegarse una torta! ¡ ay, que no me golpee la cabeza!. Todo esto pasó por mi mente mientras me iba al suelo, afortunadamente de culo y de cadera.
Pasados todos estos incidentes, me eché a dormir y..., apareció Juan con una bicicleta un guía y..., que nos íbamos al desierto, que ahora me traían la bici.Conclusión, las seis de la mañana pedaleábamos cara al desierto de Tatacoa, con un guía de edad indescifrable que en las cuestas arriba, se bajaba de la bici y las subía andando. Genial elección la nuestra. Fueron unos 40 kilómetros dando la vuelta a un desierto parecido a las Bardenas Reales, donde disfrutamos un montón. A mí porque me gusta la bici y a Juan porque le va todo lo de los árboles y el guía..., bueno, a ese lo veiamos en la distancia y le esperábamos en los altos para que nos indicar por donde teníamos que seguir. La última parte del viaje fue dura por los kilómetros y el calor pero a las once y media entrábamos en Villavieja dispuestos a bebernos medio pueblo, como así hicimos Luego una siesta y a buscar un zapatero porque como todos los años se me rompió la sandalia. Por 2.000 pesos, un euro, me la arreglaba y mela llevaba a casa
Fue un día interesante de verdad, pero Aarón, se pasó con la vara.
Mañana será otro día de autobuses para ir hasta La Plata y luego hacia San Andrés de Pisimbala en Tierra Adentro.
Agur Daniel.