Crónica del día 25 de julio
Abandonamos Turbo, ciudad fronteriza y multicultural, poblada por gente proveniente del Chocó, de Cartagena, del resto de Antioquia. La mayoría de la población"morena". Hasta hace unos pocos años prohibida al turismo por su peligrosidad: guerrilla, ejército, narcotráfico. Ahora es tranquila, ciudad comercial , como todas las fronterizas y en general ciudad de paso para Capurganá o para Panamá.
El día 23 de julio, a eso de las 8 y media embarcábamos en unas lanchas cara a Sapzurro., teniendo que cruzar primero el Golfo de Urabá y salir luego al mar Caribe.
Treinta personas, aprisionadas como sardinas en lata, y "albardadas" con los flotadores, como las anchoas, nos subimos en las lanchitas. Nadie habla ni se mueve ( no se puede), todo el mundo calladito y a ver si llegamos pronto al destino. No habíamos hecho mas de media hora de viaje, cuando el motor izquierdo falló y la embarcación, quedó escorada hacia ese lado. Ni un gritito ni nada, dimos media vuelta y volvimos al punto de salida. Allí, cambiamos de lancha, pero sin el orden que había habido para ocupar los puestos en la primera. Todos al asalto, los mas espabilados en los asientos de atrás, y los "pardillos adelante".Después de tres horas "duras", sobre todo para el culo y la columna,por los golpes de la lancha al elevarse y caer sobre las olas, llegamos a Capurganá. Desde aquí en una nueva lanchita en 20 minutos a Sapzurro, en el extemo nororiental de Colombia, aunque es antioqueño, queda muy cerca del Chocó.
Llevábamos como referencia el caming del "chileno", y una vez que lo encontramos, nos quedamos allí. La pega era que las cabañas eran caras para lo que ofrecía y nos quedamos en unas camas con mosquitera, bajo una cabaña comunal en la que tambien se alquilaban para dormir hamacas. Nosotos ya hicimos el cupo de dormir en hamaca el año pasado vajando el Amazonas, ahora, cama.
¡ No hay coches!. Es imposible que los haya, si apenas hay calles, pero tampoco hay bancos, ni internet, pero si bares con cervezas y combinados. Paseamos por las playitas, porque aquí no tienes otra cosa que hacer: leer, bañarte,tomar el sol, pasear y tocarte las narices. Paseando encotré un resturante que se llamba Pachamama y..., efectivamente era peruano. Concerté con la señora un comida de ceviche de atún al modo peruano para cutro personas y para el día siguiente y seguí paseando hasta una impresionante casa de ladrillo y madera, que según me habían dicho pertenecía a un español.
Igualito que "españoles en el mundo", Ventura que así se llamaba el español, tenía 67 años, se había jubilado, separado de su esposa y con un velero, cayó en Santa Marta. De allí a Cartagena, conoció a una preciosidad de caragenera ( él le pasaría 40 años), se casó con ella. Por la venta de su casa en Bayona (Galicia), se construyó esta mansión (ël es ingeniero industrial), y aquí se estableció a ver pasar el tiempo. Me contó que con le pensión de jubilado ( 1.300 euros mensuales), le llegaba para todos los gastos de la casa y aún le sobraba la mitad. Había comprado langosta y centollos y había hecho una caldereta de marisco. Me invitó a cenar, pero deseché la invitación posponiéndola para el día 25 con mis amigos. Eso sí, le acepté tres cervezas y una larga charla. Para cuando me despedí, era noche cerrada, ( aquí anochece para las 6 de la tarde), y el camino por el que había venido era una senderita paralela al mar, mis amigos se preocuparon. Habían salido a buscarme con la luz de los frontales, y Gema se quedó en el pueblo, pensando que si en media hora no aparecía yo, avisaba a los militares. Afortunadamente nos cruzamos enseguida, y todo quedó en un susto..., para ellos.
Para quitarnos todos el disgusto, nos cenamos unos "camarones" al aguijillo, regados con cervezas que estaban de miedo. Nos dispusimos a ir al camping y e aquí que tambien los del camping se habían preocupado por nuestra tardanza, y venían con linternas a buscarnos.
Por la noche, una tormenta increíble, con truenos y relámpagos que parecía el fín del mundo. Tened en cuenta que estábamos durmiendo en el exterior aunque protegidos por un techos de palma.Pero como siempre que hay tormenta escampa, el 24 amaneció claro y mientras mis amigos se bañaban en una playita cercana, yo me quedé a desayunar, con el resto de los compañeros del camping. De repente, dos Tucanes se acercan a un árbol próximo a donde yo estaba a comer el interior de la papaya. Saqué la cámara y..., los fotografié. El día comenzaba bien. Despues de confirmar para las cuatro de la tarde la comida del ceviche, nos dirigimos hacia Panamá.
Del mismo pueblo, sale un senderito, al principio cementado y luego de tierra, que se encamina hacia una "lomita", donde está el puesto fronterizo. Esta senda es puro barro, y aunque tiene escalones, son de tierra y como había llovido y yo ( que me había dejado las botas en el hotel de Turbo), iba con chancletas, pues me las ví y me las deseé.En la parte final de la subida, hay una cuerda o soga tendida para ayudarte a subir.
Al llegar arriba, hay dos puestos; el colombiano y el panameño. En el colombiano, no te dicen nada, pero en el panameño, te piden los pasaportes para anotar tus datos, e inmediatamente te los devuelve. Ese es todo el trámite burocrática. No te ponen sello de entrada, tienes que regresar antes de las 6 de la tarde.
El militar panameño, era indio "Kuna", y estuvimos un buen rato de charla. Luego nos dispusimos a bajar hasta la playa de la Miel, y oh!, sorpresa, en el lado panameño, los escalones eran de cemento, ni barro ni resbalones ni nada. LLegamos a la" Miel ", y era una maravilla. Aguas limpias, transparentes verdes, y las terracitas con las cervezas allí mismo.
Por primera vez en el año y porque estaba en Panamá, me bañé en el Caribe panameño. Las aguas eran cálidas. Luego unas cervezas "Balboas", y emprendimos el regreso. La bajada que nos daba algo de miedo por el barro, no se nos hizo tan dura como la subida y para las cuatro ya estábamos en el Pachamama dispuestos a devorarnos el ceviche de atún.Una vez concluido este ceremoial ( para mí comer bien es una ceremonia), el mismo dueño, Carlos Enrique llamó al embarcadero de Capurganá para reservarme un puesto en la lancha del día 25. Había puesto y quedé tranquilo. Si el camping hubiera estado mejor nos hubiéramos quedado algo más, pero así, no, yo me vuelvo a Turbo, mis amigos a Capurgana y el día 26 todos hacia Montería camino de Cartagena,
El día 25 para las 6 de la mañana ya estábamos en pie, unos para ver el amanecer yo para coger la lancha. Conmigo viaja "el argentino", el señor Julio de 73 años, que tambien estaba en e lcamping y con mochila está recorriendo el solo Perú,Bolivia, Ecuador, Chile y regresa luego a Buenos Aires. Es clavadito al señor Justo, uno de los protagonistas de la película Historias Mínimas, y es superinteresante juntarte con gente como esta porque te anima más en esta vida.
Seguimos leyendo a García Marquez y sus "Cien años de soledad". El coronel Aureliano Buendia después de las incontables guerras, a vuelto a casa con su manta de paño, a montar "pescaditos de Oro". ¡A ver si va a tener razón la recepcionista de Popayán y este libro había que leerlo a partir de los cuarenta...!. Ahora estoy en Turbo, ciudad de paso y todo lo que se quiera, pero a mí para estar un día me gusta. Mañana hacia Cartagena, con parada en un pequeño pueblo llamado Tulú. Unos de Markina con los que coincidimos en Sapzurro, nos dijeron que estaba muy bien. Esto es lo que tiene viajar de mochileros, no tienes ni un horario, ni recorrido fijo, y si te dicen que un sitio está bien, pues vas y lo compruebas.... Ya os contaré. Agur Daniel
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